Pepe Mujica para brasileros

25.10.2012 17:33

 

Veresión en castellano de la nota publicada en la revista "Contigo", de Brasil, en agosto 2012.

 

José Alberto Mujica Cordano (77) es un “viejo loco”, según su propia definición. “Pasé 14 años en cana y tengo 9 balazos, una vez quise arreglar el mundo y ahora ando peleando para que haya cuatro platos de comida seguros y un laburo para todo el mundo”.

No es fácil traducir los textuales del Pepe Mujica, como todos lo conocen, pero sí su contenido. Su idioma es campechano, llano, sencillo como Uruguay mismo, el adorable “paisito” inventado hace 200 años como una cuña para evitar las guerras entre Argentina y Brasil. Habla como se viste: camisa, vaqueros, sandalias, boina vasca y campera cazadora. No transa con la corbata, pero excepcionalmente puede usar un traje, fuera de moda, como hace dos meses en Río de Janeiro cuando inició su discurso en la Cumbre sobre Desarrollo Sustentable preguntando a los representantes de 139 países qué le pasaría a este planeta si todos los habitantes de la India tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes. “¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar?”.  Así de simple. Piensa como Aristóteles pero habla como Juan Pueblo, dicen sus amigos que lo acompañan desde cuando militaban juntos en el Movimiento Tupamaros.

En su viejo VW se lo suele ver por las calles de Paso de la Arena, su barrio de siempre, a 20 minutos  del centro de Montevideo. Hace algunos sábados, los jugadores del modesto Huracán, un club de segunda división que estaba por jugar la final del ascenso, lo vieron bajar del Fusca con una tapa de inodoro en la mano, camino a la ferretería. Lo interceptaron para invitarlo a tomar unos mates, el Pepe aceptó, se quedó conversando un buen rato y los muchachos salieron encantados con sus consejos sobre la vida.

Mujica vive en su chacra de Rincón del Cerro, a 5 minutos de la ferretería con Lucía Topolansky (67) su compañera desde hace 40 años y Manuela, su perra de tres patas.  Es hijo de una floricultora y un padre ganadero que murió al poco tiempo de quebrar su negocio, cuando Pepe tenía 6 años. Desde los 13 hasta los 17 años practicó ciclismo en todas las categeorías.  Fue un alumno inquieto y excelente en el Liceo Público, pero luego abandonó la carrera de Derecho sin recibirse.

“A los 14 ó 15 años se me fueron entreverando los dados. Nací en un barrio donde se iban muriendo las chacras y venían los solares, en la época en la que los obreros empezaban a hacer una casa, como podían, pero se la hacían. Mitad chacra, mitad clase obrera que emergía. Ese es mi barrio, todo entreverado”.

A fines de los 60 comenzó a militar en Tupamaros, un movimiento guerrillero muy particular que nació en apoyo de una revuelta de cañeros en Bella Unión, frente a Barra do Quaraí. La gente simpatizaba con los “tupas” porque no tenían el gatillo fácil y cada tanto detenían un camión de mercadería y las repartían entre los pobres de la zona.  Un día que estaban planificando el robo a una familia millonaria, en un bar de Montevideo llamado La Vía, Mujica y otros  compañeros fueron sorpendidos por la policía. El Pepe ayudó a que sus compañeros escaparan, pero él fue apresado “por lento”. Lo tenían agarrado entre dos y esposado, mientras otro policía lo seguía apuntando con su arma, tembloroso. “Ya estoy preso, loco, se te va a escapar un tiro”, intentó tranquilizarlo. No pudo. El tiro se le escapó y le dio en la barriga.  Lo llevaron al Hospital Militar y tres meses después fue alojado en la cárcel de Punta Carretas, que ahora es un shopping pero entonces era un penal de 400 celdas divididas en dos planchadas de cuatro piso cada una, separadas por un patio central. Segurísima, creían. El 6 de setiembre de 1971, Mujica ideó uno de los escapes más espectaculares de la historia carcelaria mundial, que él mismo denominó El Abuso por la forma como abusaron de los carceleros al cavar 40 metros de túneles y perforar todas las paredes en apenas tres semanas para que se fugaran 106 guerrilleros y 5 presos comunes.

Volvió a prisión con el cuerpo cosido a balas, y estuvo “diez añitos” aislado en un pozo  al igual que otros ocho rehenes que la dictadura militar prometió eliminar si reaparecía la guerrilla, entre ellos Raúl Sendic, muerto en París en 1989, y Henry Engler, que fue candidato al Nobel de Medicina. Mediante el aislamiento, los acercaban a la locura. Mujica dice que llegó a hablar con ranas y hormigas.

 

Por falta de bebida y alimento, se enfermó gravemente de la vejiga y los riñones (hoy tiene sólo uno), necesitaba ir seguido al baño, pero los carceleros no se lo permitían. Necesitaba tomar dos litros de agua por día, pero no se la daban, y tuvo que reciclar su orina. Con el paso de los años, la seguridad “se relajó” al punto de que le permitieron a su madre que le llevara un recipiente para orinar. Desde ese momento, Mujica llevó su escupidera bajo el brazo cada vez que lo cambiaron de cuartel, cada seis meses.

El 14 de marzo de 1985, cuando acabó la dictadura y Luis María Sanguineti asumió como presidente constitucional, los nueve rehenes fueron amnistiados y puestos en libertad. Mujica salió del penal con la escupidera en la mano, florecida de caléndulas.

“Yo no soy afecto a hablar de la tortura y de lo mal que lo pasé. Incluso, me da un poco de bronca porque he visto que ha habido una especie de carrera medida con un torturómetro. La vida está llena de trampas tan inconmensurables, tan trágicas, tan dolorosas, que lo que me pasó a mí fue una pavada”.

Apenas salió, lo invitaron a hablar en un acto de jóvenes. “Cuando subí al escenario había un olor a marihuana total. Y yo me puse en el lugar del abuelo, y les hablé de la vida, les dí consejos. ¿Qué voy a hacer? ¿Un discurso político?”.  Sus métodos de lucha contra la drogadicción son particulares. Desde el mes próximo, el gobierno plantará marihuana,  que luego comercializará de forma controlada (brasileños abstenerse: es sólo para uruguayos). Antes había sugerido resolver el tema de la drogadicción “agarrando a los adictos del forro del culo y metiéndolos para adentro de una chacra”. Esta frase se explica con otra, tampoco muy ortodoxa: “Una de las ventajas que tiene ser viejo es decir lo que uno piensa, pero eso parece armar un revuelo de la puta madre que lo parió”.

El 1 de marzo de 1995, José “Pepe” Mujica llegó al Parlamento en una motocicleta Vespa, con el pelo alborotado por el viento, un pantalón de jean y una campera negra, dejó el scooter estacionado en la entrada y el guardia le preguntó cuánto tiempo pensaba quedarse. “Si no me rajan antes, cinco años”,  dicen que contestó. Es muy probable que sea cierto. Pepe es así. Fue cinco años diputado, luego fue elegido Senador, más tarde nombrado ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca y desde el 2010 es Presidente de la República Oriental del Uruguay. Sus progresos son notables: ahora maneja un Fusca modelo 1987.

Antes de llegar a la presidencia, Mujica ha recibido periodistas sin la dentadura puesta, con el pantalón arremangado hasta las rodillas y con una gota de sudor colgando de la nariz, y en la misma mañana de los comicios presidenciales en pijama, con la barba crecida.  Desde que asumió, sólo concedió tres entrevistas en el lugar porque los asesores temen a sus dichos, y han preferido que hable en el ámbito de la Casa de Gobierno.

 

LAS ANECDOTAS

Son tantas las anécdotas sobre el Pepe y su estilo de vida, que ya ese hace imposible saber cuántas son reales, aunque todas son creíbles. Una famosa presentadora argentina cuenta que lo vio llegar en su Fusca a un restaurante de Colonia del Sacramento –pequeña ciudad uruguaya frente a Buenos Aires- , almorzar con su esposa sin que nadie los moleste y pagar la cuenta en efectivo. “Si no le cobramos no viene más”, le explicó el mozo.

China Zorrilla  (90) es una gran actriz uruguaya de notable carrera y prestigio en la Argentina,  una especie de Fernanda Montenegro varios años más vieja.  Hace poco declaró que querría ir a Montevideo a conocer “al Pepe”. No fue necesario, porque el presidente de su país se presentó a conversar con ella en su casa de Buenos Aires.

Una vez por año, en el autódromo de El Pinar se corren “las dos horas del Super Escarabajo”,  una competencia tradicional que en realidad dura 20 minutos.  El 12 de mayo,  el Pepe Mujica condujo su querido fusca celeste en la vuelta previa. (https://www.youtube.com/watch?v=ay2TrhR5nkY)

 

Su compañera Lucía Topolansky era una mujer hermosa, de cuerpo tan macizo que le decían “la tronca”. Entre 1970 y 1985 estuvo presa casi todo el tiempo. Es hija de una familia de clase media acomodada y estudió en la escuela de monjas Sacre Coeur. Se alistó a Tupamaros en 1969, conoció al Pepe, estuvieron juntos algunos meses, pero luego ambos terminaron en la cárcel. Se reencontraron en libertad, “como los dos andábamos solos terminamos juntándonos” y “a un día a Pepe se le ocurrió casarse y nos casamos”. En el año 2005, firmaron la libreta de matrimonio en la cocina de paredes desconchadas de la chacra, con sus vecinos como testigos.

Es sabido que Mujica rechazó la residencia presidencial para vivir en su chacra, ha dicho que el cargo no tiene por qué cambiar la personas y que para él es “un laburo: me baño y me voy a trabajar”.

 

“Algunos pueden pensar que el mundo ideal es un lugar repleto de shopping centers. No tengo nada contra esa visión, sólo digo que no es la única posible, que podemos pensar en un país donde la gente elige arreglar las cosas en lugar de tirarlas, elige un auto chico en lugar de un auto grande, elige abrigarse en lugar de subir la calefacción”.

 

“Como todo viejo empiezo a tener problemas, me despierto tres o cuatro veces en la noche, pero bueno… voy tirando.”

 

JOSÉ ANDRÉS SOTO